Sin educación liberadora no hay
transformación posible.
¿Estamos educados para la
sumisión y obediencia a los EEUU? ¿Verdad? ¿Cuál es nuestra historia personal?
... ¿Por qué?
José.
Lectura seleccionada: Borón:
“EEUU y la Alianza del Pacífico sabotearon la reunión de Cochabamba”
"La ausencia de Perú tiene
un agravante y es que ese país desempeña la presidencia pro témpore de la
Unasur y, por tanto, debió ser quien convocara la reunión para discutir el caso
de la violación a los derechos del presidente Evo Morales."
“Quedó demostrado que su visión
de los asuntos internacionales está subordinada a Washington. Ollanta Humala no
ejerció su rol de presidente temporal de la Unasur y cometió con ello una
gravísima transgresión."
Borón: “EEUU y la Alianza del
Pacífico sabotearon la reunión de Cochabamba”
Publicado el 7/08/13 • en el tema
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE•
Atilio Borón acaba de ganar la
octava edición del Premio Libertador al Pensamiento Crítico que otorga el
Gobierno venezolano. Lo hizo con su obra América Latina en la geopolítica del
imperialismo. Pero este sociólogo y politólogo argentino también podría ganar
–si existiera– un premio al pensamiento ácido, en especial cuando escribe
artículos como uno de los más recientes en el que compara a Europa con la puta
de Babilonia, por la actitud de los gobiernos que le negaron acceso a su
espacio aéreo y sus aeropuertos al presidente de Bolivia Evo Morales. “Es un
episodio bíblico –explica– y se refiere a una mujer que se prostituyó con los
reyes de la Tierra”.
—Pese a todos los progresos, es
obvio que en América Latina sigue existiendo una mentalidad proimperialista muy
acendrada, al menos en sus estatus quo. Por ejemplo, la oligarquía colombiana
habla de pensar en grande cuando se refiere a la posibilidad de integrarse a la
OTAN. ¿Podrán las fuerzas progresistas superar el peso muerto de ese
pensamiento reaccionario?
—Soy optimista al respecto. Creo
que lentamente se ha logrado ir erosionando esa mentalidad proimperialista,
colonial, que durante mucho tiempo caracterizó a la opinión pública y a la dirigencia
política de América Latina.
En ese sentido, pienso que es
clave la gran misión que llevó a cabo el presidente Hugo Chávez, quien levantó
las banderas que había enarbolado Fidel Castro en la década de los 60 y 70. El
papel de Chávez fue fundamental porque, por diversas razones, la influencia de
Cuba había decaído sensiblemente. Con el gobierno del presidente Chávez
comienza a producirse un cambio significativo y ahora, sin caer en
triunfalismos, podemos confiar en que, si seguimos trabajando a fondo, la
visión antiimperialista se va a arraigar en América Latina. De hecho, creo que
eso ya se aprecia. Por ejemplo, las opiniones con respecto a los presidentes
norteamericanos antes eran mayoritariamente admirativas, las élites políticas
latinoamericanas los presentaban como unos héroes. Ahora se aprecian unas
posturas mucho más críticas.
—Frente a la integración
latinoamericana-caribeña con enfoque antiimperialista, hay una respuesta de la
derecha con un bloque comercial, la Alianza del Pacífico, que ha comenzado a
cumplir funciones de contrapeso político a la Unión de Naciones de Suramérica
(Unasur), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). ¿Cómo vislumbra
usted el futuro de esa confrontación?
—Yo veo que la Alianza del
Pacífico es fundamentalmente una alianza político-militar, aunque se le
pretenda presentar como meramente económica.
Su objetivo principal es
erosionar el bloque de países suramericanos y específicamente la Unasur.
Eso lo acabamos de ver en
la reunión de Cochabamba, pues no participó ninguno de los presidentes de los
tres países de la Alianza (Colombia, Perú y Chile, que son miembros, junto a
Costa Rica y México).
La ausencia de Perú tiene un
agravante y es que ese país desempeña la presidencia pro témpore de la Unasur
y, por tanto, debió ser quien convocara la reunión para discutir el caso de la
violación a los derechos del presidente Evo Morales.
Ollanta Humala no ejerció su rol
de presidente temporal de la Unasur y cometió con ello una gravísima
transgresión. Quedó demostrado que su visión de los asuntos internacionales
está subordinada a Washington.
Lo que debió ser una cumbre de
presidentes de la Unasur se convirtió en apenas un encuentro de algunos
presidentes. Esto habla de la influencia perniciosa que la Alianza del Pacífico
ejerce sobre los procesos de integración de América Latina. Estados Unidos no
tolera esa integración, la considera lesiva para sus intereses nacionales.
La
reunión de Cochabamba fue saboteada por Washington a través de sus aliados en
la región, tal como lo denunció, con otras palabras, el presidente ecuatoriano
Rafael Correa. Él se refería principalmente a Humala, que estaba apenas a una
hora de vuelo de Cochabamba, porque el presidente de Colombia, (Juan Manuel)
Santos, tenía la excusa de que se encontraba en Suiza. La lógica de la
Alianza del Pacífico es debilitar la integración de los pueblos
latinoamericanos y Humala cumplió con la orden directa de Washington. En
cuanto a (Sebastián) Piñera (presidente de Chile) no hay mucho que decir: él
siempre obedece las órdenes de Washington y nada más.
—¿El episodio del avión
presidencial boliviano es una advertencia acerca de hasta dónde están
dispuestas a llegar las fuerzas imperiales para demostrar quién manda en el
mundo?
—Sí, es un mensaje mafioso,
porque muy bien pudieron negarle el plan de vuelo al avión del presidente
Morales, pero lo dejaron despegar para luego poner en peligro la seguridad de
esa nave. Una cosa es que a usted le adviertan en tierra que no lo van a dejar
pasar por el espacio aéreo de un país y otra, muy distinta, es que lo hagan
cuando ya está en el aire y se está quedando sin combustible. Eso demuestra el
grado de la preocupación que tiene EEUU de que el señor Edward Snowden cuente
todas las fechorías, crímenes, tropelías y delitos cometidos por la Agencia de
Seguridad Nacional. Por eso les dio la orden a las naciones de Europa de tratar
así a Evo Morales, causando una crisis internacional mayúscula, aunque hay que
decir que el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, no se ha
dado por enterado y no hizo ninguna declaración. Ese señor solo actúa cuando la
Casa Blanca se lo ordena. En este caso le dijeron que se quedara callado ante
una violación brutal de la soberanía.
—¿Qué importancia le otorga
actualmente la élite de Estados Unidos a América Latina? ¿La tesis del patio
trasero ha cambiado o se mantiene?
—Tienen un concepto muy
complicado, una mezcla de desprecio hacia nosotros y una irresistible atracción
por nuestros recursos naturales. Por una parte, nos consideran racial y
moralmente inferiores. Aunque se cuiden de decirlo, lo demuestran con su
comportamiento. Prevalece la tesis del patio trasero, algo feo, sucio, que es
preferible que nadie lo vea. Claro, que esta es la visión de la élite
estadounidense, no la del pueblo, que en última instancia es también víctima de
la explotación de esas élites.
El Comandante Chávez siempre insistió en que hay
que diferenciar entre pueblo y gobierno. El salario mínimo de un
trabajador de EEUU es hoy igual al de 1979, hace 34 años que no se aumenta,
mientras la clase dominante se ha enriquecido como nunca. Esos
trabajadores son aliados nuestros porque son un pueblo explotado por la misma
burguesía que explota al resto del mundo y que si hubiera vida en Marte,
también se las arreglarían para explotar a los marcianos. En suma, nos
desprecian, pero saben que la mayor reserva petrolera del mundo está en
Venezuela, y que 80% del litio, un mineral estratégico para las
telecomunicaciones, está en América Latina; y que la mitad de la biodiversidad
y del agua dulce está en América Latina.
NO AL PACHAMAMISMO
—Usted dice que en América Latina
hay un debate entre pachamamismo y extractivismo. ¿Cuál de los países cree
usted que ha manejado mejor el balance?
—Es difícil decirlo, aunque creo
que Venezuela, Ecuador y Bolivia han hecho un gran esfuerzo por lograr un justo
punto de equilibrio entre la defensa de la madre tierra (el pachamamismo), de
los recursos naturales y la necesidad que tenemos de aprovechar esos recursos.
El pachamamismo, en sus versiones
más extremas, nos lleva de vuelta a la época de las cavernas, porque tendríamos
que dejar de producir electricidad y de construir casas de ladrillo, por
ejemplo. Es un planteo que no tiene ninguna seriedad, algo retórico, efectista,
que no enfrenta los problemas reales. Tenemos casos como el de Ecuador, cuya
población se duplica cada 25 años y si no aprovecha los recursos de manera
responsable y prudente, condena a esa población a vivir en peores condiciones
que las actuales. Lo mismo pasa con Venezuela, que en 30 años tendrá más de 50
millones de habitantes y si no se hace un uso racional de los recursos
naturales, esa población estará sentenciada de antemano.
Yo rechazo la división que
algunos compañeros de la corriente pachamamista pretenden establecer entre la
naturaleza y la sociedad.
Yo creo que la sociedad humana
forma parte de la naturaleza y la salvación de la naturaleza debe incluir la
preservación de la sociedad humana.
A veces se plantea un debate muy
injusto. Dicen que los gobiernos de Ecuador, Bolivia y Venezuela son hipócritas
porque hablan de revolución, pero siguen explotando el petróleo, el gas, el
litio… ¿Pero, qué quieren que hagan, cómo atender los problemas de la gente más
pobre sin tocar esos recursos? Lo que se debe hacer es evitar la explotación
capitalista, que es predatoria y derrochadora, pero se pueden aprovechar los
recursos para que la población viva mejor.
LOS ENOJADOS BRASILEÑOS
—En su afán de control global, la
élite hegemónica ha creado nuevos mecanismos de supresión de gobiernos y
liderazgos nacionalistas, antiimperialistas, contrahegemónicos. Uno de ellos es
atizar rebeliones populares que comienzan en las capas medias y luego toman
cuerpo entre los pobres. Visto lo ocurrido en Brasil, ¿corren los gobiernos de
izquierda de Latinoamérica el riesgo de ser derrocados por sus propios pueblos?
—Lo de Brasil no es algo
asimilable con otras protestas, como por ejemplo las que ha habido en Argentina
contra el gobierno de Cristina. En primer lugar porque la composición racial de
los manifestantes evidenciaba la presencia importante de sectores populares. No
es gente que quiera una vuelta a la derecha y el neoliberalismo, sino que
estaban realmente muy enojados por el hecho de que los grandes beneficiarios de
la gestión macroeconómica de los gobiernos tanto de Lula (Da Silva) como de
Dilma (Rousseff), han sido los bancos. Esto lo dijo el propio Lula,
cuando lamentó que el esfuerzo para que millones de personas salieran de la
pobreza haya significado también el enriquecimiento brutal de los bancos.
Bueno, pues esa gente que ahora
tiene una situación un poquito mejor, ve cómo la mitad del presupuesto nacional
va al servicio de la deuda pública y enormes porciones se están gastando en los
Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo. Eso produjo una oleada de indignación que
de alguna manera significa el inicio de un nuevo ciclo de luchas populares.
Pero esas luchas no tendrán como objetivo derrocar al gobierno de Dilma, sino
instarla a que avance por una vía más radical en cuanto a la redistribución del
ingreso, más control estatal sobre la actividad económica, es decir, por una
vía más parecida al fenómeno chavista que a los gobiernos neoliberales.
Contra el consumismo, educación
Educación. Tal es la medicina que
Atilio Borón recomienda para el virus de la mentalidad capitalista que, a su
juicio, afecta muy especialmente a Venezuela.
El intelectual argentino ha
estado varias veces en el país y ha podido comprobar el conflicto existente
entre las ideas socialistas y nuestra tendencia al individualismo, el egoísmo y
el consumismo exacerbado.
“Eso se resuelve en un proceso de
largo plazo, basado en un intenso esfuerzo de educación popular -puntualiza-.
Venezuela es un país que ha estado sometido brutalmente a la hegemonía cultural
del imperialismo norteamericano. Yo diría que más que ningún otro y eso no se
puede cambiar de la noche a la mañana, se debe hacer lentamente, enseñándole a
la gente por qué el consumismo es, en realidad, un vicio y genera
contradicciones que perjudican a toda la sociedad”.
Borón cierra su reflexión en tono
anecdótico:
“He visto en Caracas a compañeros
que son genuinos revolucionarios, pero están obsesionados por cambiar de
teléfono celular cada seis meses y eso demuestra lo acendrada que está la
cultura del consumismo, incluso en cuadros revolucionarios. Eso es comprensible
porque ha habido, desde hace al menos cien años, un proceso de adoctrinamiento
mercantilista que promueve el consumo desenfrenado. La salida es la educación
de las clases populares… porque en el caso de esos a los que Chávez llamaba los
pitiyanquis, no hay nada que hacer, esos son irrecuperables”.
¡Peligro!, imperio en decadencia
Con una licenciatura en
Sociología de la Universidad Católica de Buenos Aires, un máster en Ciencias
Políticas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, de Santiago de
Chile, y un doctorado, también en Ciencias Políticas, por la Universidad de Harvard,
Estados Unidos, Atilio Borón ya tendría autoridad suficiente para opinar. Pero
más allá de sus títulos, lo autoriza su vida, porque ha sido un hombre
consecuente con sus ideas, que debió vivir en el exilio, en México, entre 1976
y 1984, la noche más oscura de su Argentina.
Con el surgimiento de liderazgos
y procesos de avanzada en la América Latina del siglo XXI, Borón salió del
claustro de la Universidad de Buenos Aires, donde es profesor titular, para
participar activamente en los principales debates de este tiempo, entre ellos
la situación y perspectivas de las fuerzas imperiales aquí y ahora.
-Solía decir el presidente Chávez
que el imperialismo estadounidense está ya en declive y que en este siglo se
registrará su desaparición. ¿Usted qué cree?
-Chávez tenía razón. En mi libro
demuestro cómo ha habido una decadencia irreversible del imperialismo
norteamericano. Pero, claro, eso no significa que se vaya a acabar en pocos
años ni que el proceso vaya a ser pacífico.
Sostengo la tesis de que los imperios
se vuelven más violentos en la fase de decadencia.
El imperio francés nunca fue tan
sanguinario como cuando libró su última gran guerra, en Argelia; el imperio
británico nunca fue tan sanguinario como cuando tuvo que combatir a los
nacionalistas de la India; el imperio español nunca fue tan sanguinario como
cuando intentó impedir la independencia de sus colonias americanas.
En su fase de declinación, todos
los imperios se vuelven más virulentos y EEUU no será la excepción.
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