lunes, 24 de diciembre de 2012

♣ BIOGRAFÍA DE PAULO FREIRE (Leído por Alfonso Lizarzaburu en el Acto Fundacional del Foro-Red Paulo Freire)


Discurso de Orden en el Acto Fundacional del “Foro-Red Paulo Freire – Perú”
Por Alfonso Lizarzaburu

“Seguir-me é não me seguir; é reinventar-me”
Paulo Freire, Pedagogia da indignação[i]


Queridos amigos y amigas:

         Hoy puedo decir con una intensa y serena alegría –con palabras de Ernesto Sabato en su luminoso y vivificante libro La resistencia– que me he levantado con una “esperanza demencial” porque “siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos”.[ii]

         ¿De dónde surge este peculiar sentimiento? Pues simple y sencillamente de que nos encontremos reunidos hoy para conmemorar el octogésimo tercer aniversario del nacimiento de nuestro amigo y maestro Paulo Freire de una de las maneras que probablemente más lo habrían gratificado: uniéndonos en el “Foro-Red Paulo Freire – Perú” para seguir impulsando apasionada y lúcidamente la educación liberadora doquiera que nos encontremos.

         Paulo Reglus Neves Freire nació el 19 de setiembre de 1921 en el barrio Casa Amarela, en Recife, estado de Pernambuco (Brasil) y partió el 2 de mayo de 1997 de São Paulo.

Pequeño gran hombre, brasileño universal, de ojos vivaces y mirada penetrante, con la sonrisa acogedora siempre a flor de labios. Educador de hablar pausado y dulce, pero capaz de marejadas de frases cargadas de un furor amoroso cuando se indignaba. Nordestino afable, capaz de abrazar con todo el cuerpo y el alma, pero al mismo tiempo provocador insaciable, lleno de curiosidad, desestabilizador profesional de sí mismo y de los otros “en busca de ser más”.[iii] Un Sócrates del siglo XX. No es de extrañar, pues, que en 1964 fuera objeto de “ostracismo” y que los poderosos y sus agentes lo privaran de sus derechos civiles por ser un “subversivo internacional”, “traidor de Cristo y del pueblo brasileño” que “con su pretendido método lo que quiere es bolchevizar el país” y, por si eso fuera poco, por ser un “ignorante absoluto”.[iv] Y todo esto porque Paulo Freire tenía “sueños de liberación” que les provocaba pesadillas.

Autor de más de 25 libros, traducidos a más de 35 lenguas, Paulo fue profesor en las universidades de Harvard y Ginebra, así como en la Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP) y en la Pontifícia Universidade Católica de São Paulo (PUC-SP). Unas treinta universidades de diversos países del mundo le otorgaron el título de Doctor Honoris Causa. Y hasta la última vez que nos vimos –que fueron numerosas desde que lo conocí por primera vez en Lima en 1970, en una discusión a rajatabla sobre sus principales tesis– nunca percibí un comportamiento arrogante y desdeñoso con nadie.

Paulo era un hombre humilde, consciente de que su centro de gravedad estaba en sí mismo, que miraba siempre directamente a los ojos de su interlocutor. Una persona que invita al otro a ser persona; un sujeto que invita al otro a ser sujeto. ¿Cómo no recordar a María Zambrano, la ilustre discípula de Ortega y Gasset, quien nos invita a reparar en que “si la visión de sí mismo no es directa sino refleja, a través de un semejante, la libertad es adquirida por medio del otro. Somos, pues, por otro y con él. Libertad es identidad. Parece que el fin al que la vida tiende sea la formación de lo que se ha llamado en el lenguaje de la filosofía moderna ‘sujeto’, la formación de un sujeto; y sujeto es identidad. Pertenece a la esencia trágica de la vida el necesitar del otro aún para la libertad”.[v]

En este sentido, Paulo encarna bien este apotegma de José Martí: “La mejor manera de decirlo es hacerlo”. Es decir, la coherencia, la búsqueda de la coherencia entre el decir, el hacer, el ser y el devenir. Porque obras son amores y no buenas razones. Porque el amor sólo existe en las pruebas de amor, es decir, en el amor en acto. Lo que nos lleva, sin pausa, a rememorar una penetrante reflexión –como casi todas las suyas– del maestro Jorge Basadre, cuando hace 60 años escribía:

 “Entendemos que el Perú quiere una radical renovación. […]. Vemos ambular ejemplares humanos que juegan con las palabras, simulan creer en ideales, entonan a voces los cánticos de la liturgia –religiosa, política, intelectual, profesional– pero en lo íntimo son esencialmente cínicos o escépticos. Un inmenso aparato de mentira convencional les sirve de guarida y de trampolín. Por más que gesticulen y que aparentemente les vaya bien, están podridos. Son los venales natos. […]. A toda esa gente hay que combatirla, pero con el arma mejor que es el ejemplo contrario”.[vi]

         Si hay algo de lo que Paulo siempre estaba orgulloso, era de sus raíces populares, de su inmersión temprana en el mundo del pueblo. 

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