La pedagogía del opresor:
Educación por competencias
Por: Olmedo Beluche
J. Manuel Arango C.
Director – Editor Clarín, Red Independiente de Comunicación Alternativa
CLARIN de Colombia
A los docentes que aún no
comprenden la lógica subyacente a la "educación por competencias",
les recomiendo el artículo "Educando para el fracaso" (Opinión, La
Prensa, 20/6/13), del ingeniero Juan Planells, quien lleva muchos años trabajando
el tema educativo desde las perspectivas del sector empresarial. Planells va
directo al grano:
"¡Que se sepa: sacar buenas calificaciones no garantiza
que al terminar sus estudios el graduado tenga un trabajo asegurado!".
Todos sabemos que un título no
garantiza automáticamente el empleo, pero lo novedoso del planteamiento de
Planells, y lo que es el centro de las competencias, es que lo importante para
las empresas no son los conocimientos adquiridos, sino las actitudes del
trabajador.
Veamos:
"Hoy, lo primero que
hace la empresa cuando evalúa un candidato, incluso antes de considerar sus
competencias laborales, es revisar cuáles son sus valores. Los departamentos de
personal someten a los aspirantes a las vacantes a una serie de pruebas que
muestren su comportamientos frente a diferentes situaciones emocionales
críticas, para ver si las aptitudes que presentan en su historial estudiantil
fueron adquiridas sobre la base de actitudes frente a la vida que le den un
claro objetivo de desarrollo personal y social sano".
¿Qué evalúan lo departamentos de
recursos humanos de las empresas en esas pruebas?
"Estos exámenes evalúan
aspectos como el autocontrol, independencia, agresividad, dinamismo, liderazgo,
así como prioridades y motivaciones, entre otras llamadas competencias no cognitivas
o emocionales", dice Planells.
Mucho más claro todavía: "La
escuela parece no haber entendido ese mensaje y sigue apostando a evaluar
seriamente solo las competencias cognitivas, asignando calificaciones y
otorgando créditos y honores a los que mejor puntaje obtienen en una larga
serie de asignaturas... La calificación de las actitudes o valores no aparece
en las páginas amarillas de la escuela...".
De eso se trata, la educación por
competencias nace desde el seno del sector empresarial y es impulsada por los
organismos que regentan el sistema capitalista internacional, entre ellos el
Banco Mundial, en función de aumentar la "eficiencia" y
"productividad" de los trabajadores en tiempos de crisis del sistema,
o sea, aumentar al explotación del trabajo.
En busca de esos objetivos, los
conocimientos técnicos o especializados ya no son tan importantes, por un lado,
porque pasan a ser controlados por una élite mundial cada vez más estrecha; por
otro, porque los procesos de trabajo son tan genéricos que no requieren más que
una base elemental y capacidad para aprender trabajando.
Lo que Carlos Marx
llamaba "trabajo abstracto" que remplaza al "trabajo
concreto". El "arte" o capacidad personal del trabajador cada
vez importa menos, porque los procesos de trabajo permiten que cualquiera pueda
ser reemplazado.
La idea es que hay que iniciar
desde la formación temprana de los trabajadores cuando aún son niños o jóvenes.
Para ello, los énfasis de la educación deben cambiar, ya no interesa tanto el
aprendizaje en sí, es decir, los conocimientos técnicos o profesionales, sino
las actitudes. Porque la empresa privada lo que pide a la escuela es que le
entregue personal dócil y maleable, capaz de afrontar situaciones críticas sin
rebelarse.
Según la teoría de las competencias,
el énfasis de la educación y la evaluación debe pasar del conocimiento a las
actitudes. A eso responden los cuatro postulados básicos de la educación por
competencias: a. Saber ser (actitudes); b. Saber hacer (no tanto como técnica,
sino también actitudinal, trabajar en equipo, etc); c. Saber comunicar
(relación con los demás); d. Saber-saber (aquí tampoco interesa el conocimiento
técnico o especialista, sino la actitud para la autoformación permanente).
Esos cuatro postulados son
divididos en tres niveles al momento del diseño del currículo, ya sea por
materias o para toda una carrera o nivel educativo(Programas Analíticos por
Competencias): a. Competencias básicas (énfasis en las comunicativas); b.
Competencias genéricas (con énfasis en los valores y actitudes); c.
Competencias específicas (que tampoco son los conocimiento técnicos
tradicionales, o "saberes muertos" como le llaman, sino que están
referidas a un modelo general impuesto desde la Unión Europea llamado
"Competencias Tunning", que se refieren a capacidad análisis y
síntesis, de resolver problemas, adaptación, etc.).
Planells tiene razón, los
educadores "viejos" que fuimos formados en el modelo constructivista
ponemos el énfasis de la evaluación en la capacidad del estudiante por aprender
las bases de la ciencia o la técnica que estemos enseñando. De manera que una
ínfima parte de la evaluación, tratando de ser objetivos pero también de
estimular al estudiante, es la apreciación, con la que evaluamos las actitudes.
Los empresarios no quieren eso, y
tampoco es el objetivo de las "competencias", para ellos es al revés:
el centro de la evaluación son las actitudes, si el estudiante aprende el
fondo, no interesa. Por ejemplo, sobre la estructura de la célula, importa más
si el estudiante usó "data-show", si trabajó en grupo, si tiene una
personalidad comunicativa, a si en verdad comprendió la esencia del asunto.
La pedagogía constructivista,
basada en los descubrimientos de Piaget, se trataba de buscar técnicas
participativas para que el estudiantes construyeran un conocimiento real sobre
el mundo y comprendieran a cabalidad los proceso implicados en su
profesión. Pero conocer implica comprender, no memorizar o repetir.
Conocer y comprender implican la capacidad de realizar juicios críticos.
Paulo Freire desarrolló su
"pedagogía del oprimido" sobre la base del constructivismo, para
alfabetizar adultos de sectores marginales de Brasil, relacionando las palabras
con el mundo que vivían, haciendo del alfabeto un instrumento para reflexionar
sobre su realidad concreta y proclamarla a la sociedad. A decir de Ernani María
Fiori, el método de Freire "no enseña a repetir palabras", sino a
decodificarlas críticamente, para "decir y escribir su mundo, su
pensamiento, para contar su historia".
Tanto los intereses
empresariales, como la educación por competencias, no les interesa que el
estudiante "sepa", que conozca, y menos aún que "comprenda
críticamente". Alguien puede alegar: ¿Acaso es malo evaluar
los valores y las actitudes? ¿Acaso no debemos fomentar la colaboración, el
trabajo en grupo, las capacidades comunicativas? No es malo. Siempre han sido
parte del proceso educativo.
El problema es que para Planells,
para las empresas y para las "competencias" los valores y actitudes
que desean promover están en función del sometimiento dócil a la voluntad del
empresariado. En ese esquema la capacidad
"crítica", es decir, reflexiva y comprensiva, no interesa. Y, aunque
se habla de promover el "diálogo" se condena la lucha cívica por los
derechos, de la cual el estudiantado de todas las generaciones a aportado a la
sociedad.
Planells dice: "Los
encargados de recursos humanos deben explicarle a los educadores que por encima
de tener puntuación de cinco en matemáticas y lengua, un joven que no pueda
sustentar sus ideas en un diálogo y escoge la vía violenta en las calles está
condenado al fracaso social...". ¿Son "fracasados sociales" los
jóvenes que el 9 de Enero de 1964 se lanzaron a la calle para plantar una
bandera? Gracias a ellos, todo podemos pasear por el canal, recibir sus
beneficios económicos y, algunos empresarios aumentar su pecunio con las
"áreas revertidas".
El objetivo de esta
"pedagogía de los opresores", es un estudiante dócil y manipulable,
por ello las primeras víctimas son las materias que ayudan a reflexionar sobre
la realidad social, que el empresariado no quiere que se sigan impartiendo:
filosofía, historia, sociología. Según la lógica de las competencias los
contenidos de esos cursos son "saberes muertos", sin utilidad para la
vida práctica. Para la "vida práctica", según esa pedagogía de los
opresores, interesa más que el estudiante sepa inglés y manejar una computadora
que rudimentos de lógica o la historia de su país.
A la larga, también serán
devaluados los títulos académicos o tendrán validez temporal, en un mundo
capitalista que impone la precariedad laboral a los trabajadores. Desde la
lógica de "las competencias", a mediano plazo, será irrelevante si el
título dice profesor, sociólogo o economista, después que el titulado tanga
buena actitud para adaptarse a la voluntad de la empresa.
Al final, la educación también es
un campo de batalla de la lucha de clases. Es un campo de batalla ideológico.
Los educadores debemos ser concientes de que el ataque que se sufre en los
derechos laborales, en las campañas de desprestigio contra nuestros gremios y
dirigentes, en la inestabilidad laboral, son parte de un nuevo modelo educativo
que responde a la "pedagogía que conviene a los opresores", la de
"las competencias".
Como dice Ernani M. Fiori:
"En un régimen de dominación de conciencias, en que los que más trabajan
menos pueden decir su palabra, y en que inmensas multitudes ni siquiera tienen
condiciones para trabajar, los dominadores mantienen el monopolio de la
palabra, con que mistifican, masifican y dominan. En esa situación, los
dominados, para decir su palabra, tienen que luchar para tomarla. Aprender a
tomarla de los que la retienen y niegan a los demás, es un difícil pero
imprescindible aprendizaje: es 'la pedagogía del oprimido'".
Panamá, 22 de junio de 2013.
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