Recomendamos lectura: son 14
páginas que debatirán con Ud. mismo lo que piensa. ¿Hay mucho o poco para cambiar?Todos
somos libres, pero propuestas pasadas no pueden seguir iguales, y la unidad
requiere consensus.
josé.
Entrevista con Guillermo Almeyra
Poder, anti-poder y contrapoder
Jaime Leroux y Octavio Moreno
Revista La Guillotina, México.
Octubre-dic. del 2002
(¿?)
Debate sobre 'Cambiar el
mundo'
© Ediciones Herramienta.
Rivadavia 3772 - 1º "B" (1204) Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina.
No cabe duda de que estamos en
el comienzo de una revaloración profunda de lo que implica la lucha social y
política.
Por una parte nos enfrentamos a
un profundo desgaste de la izquierda, concepto que está hoy en cuestión, sobre
todo por el papel que han jugado las izquierdas vanguardistas y partidarias,
con su concepción organizativa, jerárquica y autoritaria, cuyo objetivo
fundamental era la transformación social a través de la toma del poder.
Por otro, presenciamos la
emergencia en el mundo de movimientos de izquierda, que sin reclamarse
socialistas ni aceptar la idea de luchar por el poder mediante la organización
partidaria, están haciendo política, como es el caso del EZLN, el MST brasileño
o el movimiento Pacachutik de Ecuador.
Es en esta encrucijada en la que
por fin se está planteando una discusión sobre cómo lograr los objetivos
liberadores, anticapitalistas, más allá de los viejos moldes y los fracasos
históricos, lo que puede confirmarse con el revuelo que ha causado la
publicación del libro Cómo hacer la revolución sin tomar el poder de
John Holloway, que se presenta como un intento serio de cuestionar la
historia de las izquierdas y preguntarnos cuáles son los fines y cuáles
los medios idóneos para llevar a cabo la transformación social.
En este sentido, la afirmación
de Holloway de que la lucha por el poder no nos ha servido para transformar las
relaciones sociales y, que, por lo tanto, no puede ser más un referente
obligado de la acción revolucionaria, ha abierto una gran controversia en la
que ha destacado como su crítico más lúcido el profesor Guillermo
Almeyra, quien señala que "En su análisis, Holloway elimina la
política y la historia".
"Es cierto que es necesario
combatir la noción misma del poder y que hay que hacerlo en la vida cotidiana,
señala Almeyra, para quien "eso no basta, porque los otros siguen
ejerciendo el poder".
"Si uno quiere acabar con el
poder tiene que ejercer un contrapoder" afirma Guillermo, militante
socialista de toda la vida, investigador, profesor y escritor que conoce
profundamente los movimientos políticos y sociales de América Latina y ha
sabido ser un testigo lúcido de un siglo pleno de luchas, traiciones y
derrotas, que apuesta por una visión realista que trata de recuperar el sentido
de la lucha política de las distorsiones que hoy la limitan.
"Lo que Holloway combate es
la idea de vanguardia, una idea religiosa, pero al hacerlo está presente la
idea de lograr una mejora del alma humana en el sentido cristiano, un
pensamiento que está derrotado porque ignora la historia, la política y la lucha
de clases", señala.
¿Cuáles son los límites del
discurso de Holloway? ¿Podemos realmente prescindir de la lucha
electoral y política? ¿Se está exagerando el sentido libertario de luchas como
las que hoy libra el movimiento asambleario y piquetero argentino? Estas son
algunas de las interrogantes que a continuación presentamos en una entrevista
que aborda desde una perspectiva esclarecedora un debate, que como Almeyra
mismo señala, apenas comienza.
* * *
Se ha abierto un amplio debate
en torno al tema de la toma del poder que tiene su origen en la experiencia de
movimientos que, como los zapatistas o el MST, han puesto en cuestión los
fundamentos de muchas organizaciones de izquierda. ¿Cómo definirías la
situación actual de las izquierdas?
El término izquierda es relativo,
nació para definir a los que estaban a la izquierda del recinto de la Asamblea
durante la revolución francesa, y que acabarían guillotinándose unos a
otros, pero se refiere más bien a la actitud de quienes no están
conformes con el sistema y quieren sustituirlo o reformarlo radicalmente; y
creen que eso se puede hacer a través de las instituciones como sucedió en la
revolución francesa.
Hoy el concepto está gastado, a
muchos les asusta oír hablar de socialismo o comunismo pues se identifica con
las dictaduras burocráticas, con el estalinismo.
No obstante, los periodistas
siguen utilizando el término izquierda como un concepto genérico, una etiqueta
que califica por igual a grupos, corrientes y personas que no tienen nada que
ver entre sí.
En Europa se señala lo mismo a
Blair y la Tercera Vía (una política neoliberal con preocupaciones sociales
cosméticas) que a Felipe González y los partidos socialdemócratas europeos, o a
partidos como Refundación Comunista en Italia.
En Latinoamérica se consideran
como de izquierda a un amplio espectro de grupos, tanto a los partidos
políticos - el PT brasileño o el PRD mexicano - como a movimientos sociales muy
diferenciados: al Movimiento de los sin tierra, que se definen socialistas y
tienen un programa democrático radical; a los indios en Bolivia que integran un
gran frente político; o a la federación indígena de Ecuador, Pachakutic, que se
niega a ser llamada socialista y busca "renovar el mundo" con cambios
anticapitalistas.
Lo que podemos constatar es
que la izquierda que está emergiendo en el mundo es muy diferente de la
izquierda anterior.
Antes las izquierdas, los
partidos comunistas, socialistas o los de la "nueva izquierda"
(término que surgió en el 68 para designar a las organizaciones trotskistas y
maoístas que se opusieron a las políticas comunistas y socialistas) tenían como
objetivo un cambio de régimen y en torno a él la construcción de una nueva
política.
La izquierda de hoy no se
define socialista, no acepta la idea de partido, pero hace política. Las
manifestaciones contra la globalización, la lucha de los centros autogestivos
en Europa, la lucha de los piqueteros en Argentina o la de los zapatistas,
representan experiencias políticas.
En su libro John Holloway,
hace eco de una idea que está presente en los nuevos movimientos sociales, la
crítica a los partidos. El considera que la idea que mueve a estos, la toma del
poder, ha significado históricamente la derrota de las luchas revolucionarias.
En su análisis Holloway elimina
la política y la historia. El capital no solo son leyes económicas, el capital
debe hacer política, bajar a un territorio con gente concreta para realizar su
ganancia. No es sólo un movimiento abstracto de valor, es también circulación
de ideas y de dominación. Las revoluciones no se explican por leyes económicas,
sino por la historia, que toma cursos inesperados porque los pueblos hacen su
experiencia política de cara a los acontecimientos y empujados por éstos, no
preparándolos ideológicamente. Lenin estaba tomando vino en Suiza cuando le
llegó la noticia de la revolución en Rusia.
En la historia, decía Braudel,
hay tiempos cortos y tiempos largos. El proceso largo que se inició con
la revolución norteamericana y siguió con la revolución francesa no ha
terminado - no existe aún liberté, egalite o fraternité.
Existen también los tiempos
cortos, como el que se dió entre la revolución de febrero y la revolución de
octubre en Rusia, o el que considera a la revolución rusa como un movimiento
libertario, con democracia en el partido y pluripartidismo, que duró sólo dos
años. La derrota de la Comuna de París llevó menos tiempo. Pero estos no son
hechos aislados, la Comuna preparó la revolución rusa, y la derrota de ésta, a
su vez, forma parte de los tiempos largos que nos toca vivir.
Nuestra vida es corta. La vida me
ha permitido ver varias cosas, el ascenso del fascismo, el bomm de la
posguerra, el crecimiento del estalinismo. Los procesos políticos que puede ver
una persona son cortos, pero los procesos políticos reales en la vida de las
sociedades son largos. El problema que enfrentamos es que para muchos
el socialismo fue esa mierda que conocimos con el nombre de socialismo real.
Hace sesenta años éramos pocos los que estábamos en contra de ello, ahora no
hay duda para nadie que eso no era el socialismo.
Los procesos en la historia no
son lineales, como pretende Holloway, son procesos y cada ruta es una
experiencia. Esa es la historia de la lucha de clases.
Nosotros pensamos que Holloway
está decantando con mucho tino el ambiente político que han generado estos
movimientos - piqueteros, cegeacheros, globalifóbicos - que coinciden en
cuestionar a las instituciones y desmarcarse de cualquier visión patrimonial
del poder. Replantear el sentido del para qué y el cómo luchar.
Holloway exagera completamente
el sentido de esas luchas, dice que el grito de "que se vayan todos”
es una consigna revolucionaria que quiere decir "que se vaya el
capitalismo", y no es así. Los que hoy ocupan fábricas no están diciendo
"que se vaya el capitalismo" porque el capitalista ya se fue y dejó
la fábrica. Entonces la ocupan y siguen en la búsqueda de mercados o de que el
gobierno se haga cargo. No han roto con el capitalismo y en esto
Holloway se equivoca.
Lo mismo sucede con su
interpretación del poder, es cierto que es necesario combatir la noción misma
de poder y que hay que hacerlo en la vida cotidiana, pero eso no basta porque
los otros siguen ejerciendo el poder.
Holloway formula una pregunta
que no responde: ¿qué pasa si en medio de la noche te asalta un tipo a mano
armada en una calle desierta?
Cuestiona el hecho de que
al defenderte ejerces la violencia como la ejerce el atacante. ¡Pues sí, es la
violencia contra la violencia! ¿Ofende tu calidad humana? ¡Claro que sí! Pero
evita que seas una víctima pasiva. Si uno quiere acabar con la
violencia debe tener la idea de que hay que responder a ella. Si uno quiere
acabar con el poder tiene que ejercer un contra-poder. Estás en un mundo de
lucha de clases, no en uno de gente que se puede convencer.
Lo que Holloway combate es la
idea de vanguardia, una idea religiosa, pero al hacerlo excluye la política. En
él está presente la idea de lograr una mejora del alma humana en el sentido
cristiano, un pensamiento que está derrotado históricamente, el pensamiento de
los que excluyen la historia y la política, la lucha de clases.
En Argentina ya ocurrió un
estallido que tiró a varios gobiernos y dejó un enorme vació de poder y el
descrédito total de la clase política. Tú has planteado que es un movimiento
más reactivo-defensivo que programático...
Estoy de acuerdo en que el
movimiento es muy importante en tanto que es una expresión de repudio al
capitalismo.
La aparición de un movimiento
amplio, surgido de los sindicatos, ha sido sumamente positivo para la
diferenciación de clase en la Argentina. Esto ha permitido crear una
experiencia política con gente de orígenes diversos, que siempre había seguido
a caudillos y hoy es protagonista de la política. Sin embargo, los piqueteros
son un sector heterogéneo; algunos están organizados por maoístas, otros por
una secta trotskista; hay piqueteros que rechazan la idea de partido y otros
están bajo el dominio de la Confederación de Trabajadores de Argentina, que
tiene una visión socialcristiana.
Lo que tenemos es una
izquierda difusa, con grandes prejuicios hacia los partidos, pero que en cierta
medida está más avanzada que aquellos porque hace política.
En las asambleas populares
algunos piqueteros también tienen prejuicios en contra del socialismo - de
hecho ninguna de las tendencias plantea un programa socialista - pero todos
avanzan hacia un, es una experiencia anticapitalista. ¿Qué capitalismo funciona
si llaman a no programa democrático radical incompatible con el
capitalismo pagar la deuda exterior, a estatizar los bancos y las
empresas fundamentales, a subordinar los intereses del capital a las
necesidades de la gente? Su programa abre caminos que no son capitalistas.
Con respecto al “que se vayan
todos”. Es una expresión de rechazo que cada vez menos gente la grita. Corearla
no significa que tienes una alternativa simplemente que repudias a los que
están en las instituciones lo cual fue importante para la gente que hace año y
medio apoyaba a Menem, pero eso no indica que haya una ruptura política en el
régimen argentino. De hecho, para las próximas elecciones se piensa que habrá
un abstencionismo de 35 % - alto pues el voto es obligatorio -, el 65 de los
votantes va a votar básicamente por dos peronistas de derecha, luego por el
CTA, una postura de centro izquierda que iría por una cuarta parte de los
votos. Así que no es cierto que haya una situación revolucionaria.
¿Como ves el triunfo de Lula?
Hay que diferenciar. Lula, el
PT y la Central Obrera están negociando todo porque creen que no se puede salir
del sistema.
No son traidores, no son
agentes del capital pero están negociando.
El MST es independiente, ellos
organizaron el plebiscito contra el ALCA junto con la izquierda de la iglesia
católica y obtuvieron diez millones de votos. Ni Lula ni el PT apoyaron eso,
pero esos movimientos independientes votaron por Lula. Una cosa es golpear
juntos en un clavo cada uno con su martillo, y otra cosa es darle el martillo a
Lula para que con él te pegue en la cabeza.
Mientras el gobierno de Lula
negocia con el Banco Mundial, los sin tierra siguen tomando tierras de forma
legal o ilegal, ¿no se está encamina Brasil hacia una profundización de la
reforma agraria?
Lo que Lula les ha respondido
es que vayan y desmonten, lo cual es una barbaridad ecológica y una barbaridad
desde el punto de vista social. Toda esa gente irá a cortar árboles y hacer
tierras cultivables en selvas extremadamente frágiles como la Amazonia.
Es lo mismo que hizo Echeverría
en los setenta, mandó a todo mundo a las cañadas de Chiapas que luego se
hicieron zapatistas.
En torno al triunfo de Lula,
se habla de una retroalimentación del PRD mexicano.
Porque en el PRD creen que fue
un triunfo de Lula, y no es así. Es un triunfo de los brasileños que tomaron a
Lula y lo proyectaron.
Lo cierto es que la política
de la izquierda como el PRD o el PT brasileño, que participan de la vida
institucional, se encuentra a prueba.
¿Por qué circunscribir
la política a los espacios institucionales, legales del Estado? ¿Es realmente
este un escenario de lucha política?. Tu mismo has señalado que hay actitudes
antipolíticas, como el nuevo disfraz de la lucha por el poder parlamentario
En la época de la
mundialización el campo de lo político tiende a reducirse porque las decisiones
se toman en el exterior.
Los gobiernos no controlan los
elementos esenciales para hacer política, que se refugia, no en el parlamento o
las instituciones, sino en movimientos amplios basados en el territorio que no
se identifican con las estructuras partidarias, aunque en algún momento tengan
que hacer un acuerdo con estas. No dependen de los partidos, los utilizan.
Votan porque no hacerlo es la peor forma de luchar, pero utilizan los procesos
electorales como tribuna.
Entrar en la lucha electoral y
parlamentaria es un problema de táctica.
Si la relación de fuerzas no nos
favorece, tenemos que usar terrenos de lucha que no son nuestros, como las
elecciones. Dejar de participar, implica que sean elegidos guardias blancas y
gentes del PRI. No es un problema de confianza en las instituciones, si
queremos mantener la organización, la autodeterminación y elevar la conciencia
entonces es mejor que uno de los nuestros quede como alcalde y no uno del bando
del cacique.
La toma del poder fue el
objetivo central de las izquierdas marxistas hoy la tendencia es a crear
experiencias autonómicas o asamblearias. ¿No estamos frente a un
posicionamiento más estratégico?
Tienes que utilizar todas las
armas que estén a tu disposición y saber que no juegas sólo. Estás
enfrentando a otro que te asesina, te persigue, te mata de hambre, hace el
ALCA. No podemos decir que no tenemos nada que ver con eso.
Para lograr un cambio de
mentalidades hay que reconocer que la cabeza de la gente se forma en esa
realidad, y que si eres indígena, como tal estás marcado por el
capitalismo.
¿Qué podemos pensar cuando la
mayoría de los campesinos nahuas que van a la educación bilingüe, rechazan
aprender su propia lengua - porque lo consideran inútil - y piden que en vez
recibir educación en nahua, la den inglés?
¿Cómo introyectan los valores
de la clase dominante? No podemos olvidarnos de los que están el poder, y que
tenemos que sacarlos de ahí para que existan condiciones de vida.
Había un horizonte histórico
en Marx y en Lenin, quienes plantearon que la lucha por el poder implica en el
largo plazo una lucha por la disolución del Estado, por derrotar las
instituciones externas o que están por encima de la sociedad.
Marx decía que había que pasar
de la “administración de las personas”, o sea del “poder sobre” como dice
Holloway, a la “administración de las cosas”.
Significa que siempre tendrá que
haber alguien que haga funcionar las autopistas, que haga funcionar los
horarios, etc.
No un poder sobre la
gente.
Esto se puede combinar
perfectamente con los medios cibernéticos: la participación directa, el control
sobre los representantes, la derogación de los mandatos, la eliminación de
todos los privilegios. Todo lo que forma parte de la separación entre lo que
aquí se llama falsamente clase política y el electorado.
Sacar del poder a los
capitalistas es el primer primer paso para la disolución del poder y del
gobierno. Marx no quería un Estado, él hablaba de comunas libres asociadas.
En el contexto de la crítica a
los grandes mitos de la izquierda, el rechazo no sólo se manifiesta contra los
partidos, sino contra las instituciones del Estado. La izquierda siempre tuvo
al Estado como punto de llegada, como centro desde donde se podía intervenir.
La crisis de las instituciones
sigue ahí, en la corrupción de los partidos de gobierno, incluidos los de
izquierda, en la mentira del progreso indefinido, en la hegemonía del
capitalismo por la vía institucional. Cada vez es más evidente que ha habido un
retroceso al siglo antepasado. ¿Dónde están las 8 horas? ¿la protección
infantil?
El Estado es una relación social,
una especie de acuerdo por el cual yo acepto, por ejemplo, que el tamarindo
dirija el tráfico porque si no sería un caos. El gobierno y las instituciones
son solo una parte del Estado. El rechazo no se expresa contra el Estado sino
contra las instituciones y la centralización de poder. Los zapatistas no se
oponen al Estado, están creando un tipo de Estado que reconoce la autonomía,
los municipios indígenas y las asambleas directas.
Tú has lamentado que se están
imponiendo formas de pensamiento que rechazan lo político. En contraparte el
zapatismo cuestiona a las intituciones del Estado y las relaciones de
dominación que producen. En ese sentido no es una solución señalar que los
zapatistas también están construyendo instituciones, porque ellos han dicho que
no son vanguardia, que están bregando en la pregunta.
Ellos dicen que no hay nadie
que tenga la verdad revelada, por eso cuando preguntan no dicen lo qué hay que
responder.
Eso es importante porque
excluye al partido de tipo estalinista; pero eso no niega otras formas de
partido.
No se puede decir este martillo
es malo porque puede asesinar a una persona, pues también sirve para reparar
unos zapatos, depende de quién lo use.
En cuanto a que estén
cuestionando las relaciones de poder, es relativo.Ellos forman municipios
libres, lo que implica una estructura, tienen un ejército con mandos. Tienen
otros valores (lo que me parece justo en la medida en que los partidos
y los sistemas de representación son una estafa: tú me delegas tu
poder y yo hago lo que quiera durante cuatro años), por eso plantean
construir relaciones de igualdad, autonomía.
Pero hay que hacerlo todos los
días, la autonomía no puede significar que un municipio conjunto de tojolabales
y tzotziles se separe porque los cabrones tzotziles te mayoritean. Si
queremos cambiar la mentalidad de la gente lo tenemos que hacer en los hechos, y
el zapatismo solo lo está haciendo en parte. Por eso Marcos dice lo que quiere
y no hablan los otros.
No hay parámetros de
comparación entre el zapatismo y la izquierda que le antecedió. Antes se decía
que el hombre nuevo surgiría con el socialismo, ahora reivindicamos lo
pluricultural, el respeto a la diferencia, hemos tirado a la basura los
modelos. Cualquier intento de solución teórica deberá tener y partir de una
visión histórica del problema.
Exactamente, se debe abrir la
discusión sobre la realidad actual partiendo de la base de que nadie tiene la
verdad. Las experiencias de América Latina se dieron en un ambiente en el que
predominaba una concepción religiosa, entre estalinista y católica, todos se
creían salvadores con armas. Los resultados son catastróficos. ¿De dónde viene
la piñata sandinista? De la concepción que dicta: “como vanguardia nos es permitida
cualquier cosa”.
Hoy es evidente que el hecho
de tomar el gobierno no basta para la creación de un hombre diferente, lo que
apenas se podía lograr era tener un país un poco más moderno. Pero, por
más que reconozcamos en el Che a una persona que ponía el acento en el
compromiso humano que entrañaba la revolución, no podemos negar el descrédito
total de la guerrilla, de las formas clásicas de representación de los
partidos, de las instituciones.
Eso es positivo porque es un paso
hacia una solución distinta, y los ejemplos están a la vista: el MST brasileño,
un movimiento con una estructura mesiánica - ya que tiene su origen en las
comunidades de base, con una dirección semiclandestina, se ha abierto al
desarrollo del movimiento de ocupación; los indígenas ecuatorianos practican
formas de democracia directa que les han permitido destituir a varios de sus
dirigentes cuando estos se corrompen; los bolivianos mantienen formas de
autogestión desde 1952, están más avanzados que cualquier otra agrupación en
América Latina, incluso que los zapatistas.
Vivimos la emergencia de
movimientos que plantean la necesidad de atender lo local, pero los estados
nacionales están acotados por una política capitalista global. Esto ocurre en
México, Brasil, Bolivia, Ecuador o Argentina, donde los movimientos luchan por
objetivos concretos con métodos extremos.
Lo local tiene que reflejar lo
global, pero hay que partir de lo local para ofrecer otra
globalidad.
Lo importante de los que luchan
por otra globalización es que buscan una alternativa de país y no solo en una
solución para su municipio. Las políticas se hacen sobre el territorio, el
territorio de un país con una cultura y una identidad.
En este marco, nos encontramos
con un indígena que para conseguir que le paguen su jubilación tiene que hacer
al menos una huelga de hambre. Es decir que para conseguir los derechos
constitucionales hay que armar la de San Quintín. En Atenco, para que
respetaran su tierra, la población tuvo que insubordinarse en armas. La
adopción de nuevos métodos de lucha más radicales nos muestra que estamos en un
momento de cambio en la correlación de fuerzas. La revolución es un
cambio drástico o abrupto, pero es un fenómeno excepcional en la historia, el
resultado de una acumulación de fuerzas tal, que ¡pum! Todo salta.
Bueno, ahora estamos en un
momento de cambio en la correlación de fuerzas, cuyo motor es la aparición de
movimientos y nuevos actores que están haciendo política.
En torno a este fenómeno
Bartra dice que no debe haber una pugna entre reforma y revolución.
Nunca hubo una muralla china
entre ambas. Las revoluciones se hicieron buscando reformas, son el resultado
del fracaso de la idea de reforma, pero no la niegan, la incorporan a su
horizonte. “Sufragio efectivo, no reelección”, eso era la revolución mexicana.
La necesidad de modificar
políticamente el país dio como resultado la bola, no porque la gente hubiese
querido una revolución - ese fue el resultado social - sino porque quería
reformar al régimen.
Esto rompe con el paradigma de
la izquierda de la revolución como un estallido que irrumpe contra todo y
contra todos.
Esa es la lectura jacobina, una
falsa lectura del fenómeno presente en Marx y Lenin, porque la revolución
francesa era el único ejemplo a su alcance. Lo cierto es que los nuevos
procesos revolucionarios serán distintos a los anteriores.
Para empezar ya no hay un
campesinado o un proletariado, hay una relación tal en que el campo se ha
concentrado y se ha tecnificado; los campesinos e indígenas se han politizado,
mientras que las ciudades se han marginalizado a lo bruto.
Se han roto también las
relaciones históricas que daban base a los conservadurismos, así como las
divisiones entre los países.
Todo eso demuestra que el
zapatismo es posible, porque si la piel del tambor está tensa, en cualquier
lugar de la tierra que golpees, aún con poca fuerza, vas a tener un retumbo
tremendo.
Además hay una unificación de
la tecnología y las luchas a anticapitalistas. Los zapatistas no hubieran
durado ni una semana si no hubiera habido internet y televisión.
En el marco de este debate
¿cómo debemos concebir al poder?
Depende cómo lo percibimos. El
poder está en todos lados, en las relaciones personales, en el hecho de que
existan títulos profesionales, Foucautl dice que todos tenemos un fascista en
la cabeza.
Pero en el proceso de eliminar
esos poderes, el ser más transparente y democrático no puede vivir al margen de
lo que ocurre en la política, tiene que responder ante la violencia permanente
del poder.
No es posible cambiar la
cabeza de la gente primero y luego construir relaciones más decentes, es algo
que va mezclado, y en eso coincido con los zapatistas, nadie tiene una
receta.
Eso hace difícil el proceso,
porque en cada uno de nosotros hay elementos conservadores muy fuertes, no
vivimos fuera ni aislados de esta realidad, estamos atravesados por el poder.
Quisieramos clarificaras los
conceptos de contrapoder y anti-poder, a la luz de esta fase en la que nos
encontramos de destrucción del orden anterior y creación de nuevos caminos.
El contrapoder es algo impuesto
por el poder. Si un policía te quiere pegar tienes que responder, o escapas o
esquivas el golpe y le das una patada. Al ejercer un contrapoder se corre el
riesgo, como dice Holloway, de educar y crecer en el poder. Eso es algo
inevitable.
El contra-poder es distinto a
la auto-organización, que te permite desarrollar una nueva subjetividad, nuevos
valores y relaciones anti-poder.
Para reconstruir una casa que
se está cayendo en pedazos, necesitas primero derribarla, limpiar los
escombros, necesitas ladrillos nuevos, escoger lo que vas a reutilizar. Estamos
en esa fase, en la que están apareciendo experiencias políticas masivas que,
sin darse cuenta, están buscando soluciones distintas.
Sin embargo, es importante
distinguir el tercer mes de embarazo del noveno. El embarazo existe,
pero no se puede creer que todo está resuelto. Algunos sectores sociales como
los jóvenes, las clases urbanas marginalizadas provenientes del campo o la
emigración y los campesinos dependientes golpeados por la crisis se movilizan
contra el capitalismo, creando cada vez más conciencia, organizaciones y
modelos de autogestión.
Hay un proceso de
autoorganización creciente, una mayor distinción entre la participación social
- la autogestión, la democracia directa - y la vieja idea de la dirigencia de
izquierda.
Desde este punto de vista la
contradicción entre partidos y movimientos es ficticia, porque con diferentes
formas siempre ha habido partidos, posturas. El partido como hoy lo
conocemos, una estructura burocrática integrada en el Estado, es una invención
de la revolución francesa, una forma que no puede ser eterna.
Lo que ahora hay que crear es
otro tipo de movimiento, que haga política, que reúna a la gente en torno a
ideas y en ese sentido tenga un adventum suficiente para reunir a gentes de las
diversas tendencias sin imponer posturas. Pero eso está empezando apenas, la
ofensiva está de parte del capital en todos los terrenos. Las luchas todavía
son defensivas. A escala mundial todavía vamos perdiendo.
Debate sobre 'Cambiar el
mundo'
© Ediciones Herramienta.
Rivadavia 3772 - 1º "B" (1204) Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina.
Teléfono (+54 11)4982-4146.
Correo electrónico: revista@herramienta.com.ar.
Se autoriza la reproducción de
los artículos en cualquier medio a condición de la mención de la fuente. Se
agradecerá comunicación y envío de copias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario